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Nueva normalidad: la pandemia, hasta en la lista del súper

Las familias hablan de burbujas, controlan contactos estrechos y comparten todas las novedades. Los barbijos y el alcohol ya son parte del changuito.

Carina Mongi, María Luz Cortez y Benita Cuellar Corresponsalías

Y llegó el día en que, en las sobremesas, se empezó a hablar con absoluta naturalidad de burbujas, hisopados, contactos estrechos o amigos aislados. ¿En qué momento se normalizó incluir barbijos en la lista de las compras? La pandemia, instalada en el país hace más de un año, se metió de lleno en la vida doméstica, haciéndose lugar y modificando todas las rutinas. Los contagios masivos, que se veían a lo lejos, comenzaron a replicarse con fuerza incluso en los pueblos o ciudades más pequeñas. La pandemia ya estaba, a la vuelta de cada casa.

“Mica estuvo de ‘pijamada´ el fin de semana en casa y el miércoles siguiente, una de sus amigas se empezó a sentir mal y dio positivo. Yo la llevé a hisopar por mi cuenta el mismo miércoles y dio negativo, y con la burbuja de la escuela, se hisoparon el viernes y a todos fueron negativo, pero igual tiene que estar 10 días ´guardada´. Laureano llegó y dijo que no hacía la Comunión, pensé que se había arrepentido, pero lo que pasó es que a una compañerita le dio positivo. Ahí se armó un grupo de WhatsApp con la escuela y el área de salud municipal, donde nos pasaban la información. Esto va a ser así, cuando no es uno, será otro”. El detallado audio que Verónica, ama de casa de Santa Rosa de Calamuchita, le dejó a una amiga, con absoluta naturalidad refleja que la pandemia marca los tiempos de la vida cotidiana.

A diferencia de unos meses atrás, cuando mucha gente los veía como cambios momentáneos, esta “nueva normalidad” ya se mimetizó con la realidad. Suspender un evento, o que tu hijo deba vivir unos días separado del resto de la familia y recibiendo clases virtuales en una computadora o hisoparse más de una vez. Todo eso ya se integra en el entramado diario.

La mujer opina que en las escuelas no se disparan los casos, sino en el ámbito social. Y como ejemplo, citó el suyo: la reunión de su hija adolescentes con sus amigas el fin de semana. “Si no se interrumpen de raíz los encuentros sociales, esto no va a parar. Nosotros somos cinco y cuando no es uno, es el otro que debe aislarse o corre riesgo de enfermarse”, analiza. Reconoce, a su vez, lo complejo que le resultaría aislarse a personas que trabajan de forma independiente, que, además, podrían tener que afrontar varios períodos de aislamiento en poco tiempo.

Otro lugar, la misma realidad

“De repente nos quedamos todos adentro y tuvimos que aprender a reconvivir”, relata Soledad Moreno, quien vive junto a su marido, Manuel Maldonado, y sus dos hijos adolescentes en Salsipuedes, Sierras Chicas.

Durante muchos años, por la profesión, su esposo viajaba y estaba poco tiempo en el hogar. Pero el Covid-19 cambió esa rutina. Durante los meses de encierro y los que siguen ahora, con distanciamiento social, “empezamos a comer juntos, a cocinar, a jugar, a hacer huerta, carpintería. Y los chicos resignificaron la convivencia. Antes se veían muy poco debido a los horarios de las clases”, afirma Moreno.

A su vez, Soledad remarca que los niños pasaron por muchas etapas durante el encierro: miedo, depresión, aburrimiento. “Nosotros slos acompañábamos y tratábamos de explicarles. Al principio había incertidumbre. Ahora la información es más clara”, destaca.

Aunque asume que la pandemia sigue siendo muy difícil, les priva de ver al resto de la familia: hermanos, padres, abuelos, tíos, por miedo a contagiarse o contagiarlos. “Es muy doloroso perder ese contacto”, añade.

Otras de las rutinas que cambiaron, por prevención, es que ahora acompañan a sus hijos al colegio. “No lo hacíamos desde que iban a la primaria. Nos da mucha ternura poder llevarlos. Antes lo hacían en colectivo. Y ellos están contentos con las clases presenciales. Pueden socializar”, dice.

Además, Moreno señala que en el colegio se sienten seguros ya que se toman las medidas sanitarias. “Encontraron el valor del aprendizaje, tuvieron que madurar por necesidad y disfrutar de su educación”, expresa.

Si bien nadie de la familia se enfermó, sí debieron hacerse test, por contacto estrecho y otra vez porque les agarró fiebre debido a una angina. “Nos asustamos y tratamos de pensar que sea lo más leve. En algún momento nos va a pasar a todos”, reflexiona.

Doble rol en pandemia

Noelia Martín (38) es periodista y madre de un niño de 10 años y de una niña de 5. En esta nueva normalidad, ella y su familia tuvieron que adaptarse a nuevos protocolos escolares. “Como mamá/maestra, este comienzo de año lectivo, como el anterior, me descolocó. Hay que adaptarse nuevamente a nuevas formas de estudio. La diferencia es que una semana es presencial y la otra en casa, entonces cada semana la rutina es diferente”, explica.

Sin embargo, analiza que hay diferencias con la cuarentena estricta del año pasado. “Apoyo la presencialidad por la salud psicológica de niños y madres, pero personalmente, no sé si por cansancio o porque tengo un nuevo trabajo (dos) me cuesta estar más presente o seguir el ritmo esta vez”, considera.

Durante esta primera etapa del año sus hijos comenzaron a asistir nuevamente al jardín de 5 años y a la escuela primaria. En ese sentido, planea: “Los niños se adaptan a los protocolos bastante bien. Incluso el más grande (10 años) me dice siempre que en la escuela es el lugar donde se cumplen todos los protocolos. Tuvimos una sola situación en la que la ‘seño’ de jardín de la más chica (5) estuvo aislada por contacto estrecho y se articuló para que tuvieran clases virtuales durante esa semana, sin problemas”.

La falta de entrenamiento de fútbol, comenta, les está afectando a ambos. “Necesitan hacer actividad física, moverse más, estar con sus amigos y patear una pelota”, finaliza.

Si no cortamos las reuniones, esto no para. Nosotros somos cinco, y cuando no es uno es el otro el que debe aislarse”

Verónica

Vecina de Santa Rosa de Calamuchita

Ciudadanos

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2021-05-09T07:00:00.0000000Z

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