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A las urnas. Chile decide su futuro político y su Constitución

ELECCIONES. El próximo fin de semana, el país vecino elegirá convencionales y autoridades ejecutivas. Se espera que los resultados disminuyan la incertidumbre política actual.

Rogelio Demarchi Especial

El sábado y el domingo próximos, Chile votará alcaldes, concejales, gobernadores regionales y convencionales. Estos últimos tiene la misión de reformar la Constitución. Por ese motivo, es la elección que concentra mayores expectativas.

De hecho, ese resultado debiera despejar el panorama de las presidenciales, que empezarán a resolverse un par de días después, cuando expiren los plazos para la inscripción de pactos electorales y de candidatos para las primarias de julio.

¿Cómo lo interpretarán los diferentes sectores, en función de sus respectivas posiciones, y de qué modo leerán la participación electoral? Votar no es obligatorio y los partidos políticos aparecen bastante desprestigiados en las encuestas.

Izquierda

La candidata presidencial que encabeza las encuestas de imagen es la diputada Pamela Jiles, del Partido Humanista (PH), ahora separado del Frente Amplio (FA). Representa desde la izquierda la tesis de la antipolítica, ya que postula que podría gobernar sin partido ni coalición que la respalde: como el PH no está constituido en todo el país, no es mucho lo que pondrá en juego en las cuatro boletas.

Jiles no se preocupa: con un discurso antisistema y presentándose como “la abuela” de los chilenos, se siente acompañada por “el pueblo”.

El Partido Comunista (PC) tiene un candidato presidencial competitivo: Daniel Jadue, alcalde de Recoleta. En diciembre pasado, impuso su tesis a favor de una “ruptura del orden institucional”, lo que implica una apuesta fuerte a la convención constituyente: por un lado, espera tener muchos convencionales; por el otro, paradójicamente presionará a la convención desde la calle con los movimientos sociales.

Busca conformar un “bloque antineoliberal” junto al FA y la base del Partido Socialista (PS), a la que ha invitado a rebelarse contra sus dirigentes y sumarse a su candidatura, alegando ser el heredero de Salvador Allende.

El FA, tras varias fracturas que redujeron su bloque legislativo casi a la mitad (de 20 diputados le quedan 11), por inercia, pareciera ir indefectiblemente a la integración con el PC; pero según algunos de sus integrantes, debiera evitarlo para preservar su identidad.

Una de esas posiciones, entonces, podría sucumbir el domingo, ya que se presenta en alianza con el PC. ¿Levantará un candidato presidencial propio? En ese caso, sería el diputado Gabriel Boric.

Como en una disputa mano a mano con el PC tendría la derrota asegurada, la pregunta es si esa candidatura cimentaría una identidad o sería el principio de una nueva fractura. Con todo, si pactaran una primaria con el PC u otras fuerzas, tanto Jiles como Boric aún no reunían los requisitos legales para inscribirse.

Centroizquierda

Entre los partidos de la extinguida Concertación, los problemas son mayores. El PS se ha propuesto reconstruir la unidad del sector, pero no queda claro con quiénes desea hacerlo. La tesis que hizo posible la Concertación —su estratégica alianza con la Democracia Cristiana (DC)— ha sido denostada hasta el hartazgo, como si la coalición hubiera fracasado. Este discurso fue cobrando envergadura a medida que emergían las corrientes que dieron origen al FA.

Para la convención constituyente, el PS se asoció con la DC, sus otros viejos aliados concertacionistas y algunos desprendimientos del FA, como el Partido Liberal, que rechazó aliarse con el PC. Pero los objetivos presidenciales del PS son muy diferentes: quisiera atraer al FA para minar las posibilidades del PC, pero el FA no imagina una alianza con la DC y rechaza aislar al PC.

La solución sería adoptar la temeraria posición que sostiene un sector del Partido por la Democracia (PPD): definir una candidatura entre las “fuerzas progresistas”, eufemismo que contiene al FA y excluye a la DC.

La DC, en cambio, reivindica la tesis concertacionista y se propone reformularla desde la convención constituyente y la próxima elección legislativa. Su tesis encuentra apoyo en sectores del PS y del PPD: aislar a la izquierda (PH y PC) y no vaciar el centro político, ya que, en ese caso, el electorado huérfano de representantes votaría al candidato de la centroderecha, que se aseguraría el triunfo.

El problema general del bloque es que ninguno de los presidenciables ha prendido en las encuestas: Paula

Narváez (PS), Heraldo Muñoz (PPD) y Ximena Rincón (DC) ocupan los últimos puestos de la tabla. El problema particular del PS es que a esa primaria poco atractiva podría ganarla Rincón; y en ese supuesto, muchos votos socialistas fugarían hacia Jadue.

Centroderecha

El oficialismo, Chile Vamos, tampoco la tiene fácil. De momento, hay cinco precandidatos. Los dos más importantes, Joaquín Lavin y Evelyn Matthei, pertenecen al mismo partido, la Unión Demócrata Independiente (UDI), aunque sus tesis son contradictorias. ¿UDI inscribirá a los dos o solo a uno?

Para Lavin, el futuro de Chile es socialdemócrata; la centroderecha, entonces, debiera reconfigurar su identidad bajo ese horizonte. Como la convención aprobará las modificaciones con dos tercios de los votos, Lavin se imagina conduciendo un “gobierno de convivencia nacional” integrado por esos dos tercios.

Matthei es la antagonista ideal: defiende los valores tradicionales de su coalición, pide explicaciones, rebate argumentos. Si ganara, reafirmaría una identidad; si perdiera, ayudaría a consolidar el cambio.

Mientras tanto, el planteo de Lavin refuerza la crítica que formula Jadue y complica el reperfilamiento de la centroizquierda: si hasta Lavin la mira con cariño, ¿no sería la socialdemocracia parte del modelo neoliberal a destruir?

Todos tendrán pocas horas para analizar la elección. Una lectura rápida podría agrupar a los convencionales elegidos bajo dos etiquetas: radicales o moderados. Con esa cuenta, cada uno podría definir la viabilidad de su proyecto.

Internacionales

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2021-05-09T07:00:00.0000000Z

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