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La doble deserción frente al conflicto mapuche

Edgardo Moreno emoreno@lavozdelinterior.com.ar

Que hubo en la Patagonia argentina acciones violentas reivindicadas por la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche es un hecho. Que esas acciones puedan ser tipificadas dentro de la legislación antiterrorista vigente en el país es menos evidente.

A esto último lo sabe el kirchnerismo. Sancionó en 2007 una ley para adecuar a los estándares internacionales las normas referidas a lavado de activos para financiar actividades terroristas. Esa legislación le valió críticas de los organismos de derechos humanos y fue modificada en 2011 para derogar la figura de asociación ilícita con fines terroristas. Pero agravando penas a quienes cometan delitos para “aterrorizar” a la población.

El Gobierno conoce ese vericueto. Por eso desafía a que le demuestren con pelos y señales la configuración del tipo legal de una acción terrorista, para soslayar que, mientras tanto, se desentiende de sus responsabilidades institucionales ante lo evidente: la violencia comprobada.

Y ocultar, además, que alienta a los autores de esas acciones violentas refugiándolos al amparo de la discusión del régimen territorial para pueblos originarios.

Desde el fracaso de la operación política montada alrededor de la muerte de Santiago Maldonado, el kirchnerismo carga con la presunción merecida de un connubio persistente con las acciones violentas de la RAM. Quién sabe si por su veneración al par de gerontes impunes de Montoneros cuya generosa jubilación consiste en reivindicar la violencia setentista. O quizás porque encontró en algunas demandas de los pueblos originarios otra oportunidad de construcción clientelar y abordaje a las cajas indemnizatorias del Estado.

La justificación ideológica es la misma que usó para capturar otros colectivos sociales. El nuevo populismo tiene como eje la construcción de hegemonía mediante la articulación de las agendas minoritarias bajo la idea totalizadora del pueblo. El pueblo es una construcción cuya resultante son las demandas puestas en cadena de equivalencias por el líder.

Así actuó el kirchnerismo con las demandas sobre los derechos humanos y las vinculadas a las cuestiones de género. En ese mismo esquema incluyó a los reclamos de pueblos originarios.

A buena parte de esa narrativa la desarrolló por imitación de otros populismos emergentes. Los españoles de Podemos andarán hoy a la deriva tras el fracaso electoral de Pablo Iglesias y el giro oportunista de Iñigo Errejón al ecologismo, la psiquiatría y la autoayuda. Pero una década atrás ambos habían leído a Ernesto Laclau con más interés que Carta Abierta.

A ellos, el cuento de la hegemonía populista construida sobre agendas particulares les sirvió para transar sin complejos con los violentos residuales del País Vasco y los soberanistas más extremos de Cataluña. Aunque cabe aclarar que desde la transición de 1978 tenían como marco normativo una constitución condescendiente con la existencia de territorios ampliamente autonómicos.

Pero todos los populismos coinciden en una condición innegociable: la división interna y antagónica entre pueblo y antipueblo. Patria y antipatria, en su versión extrema. El destino del populismo está ligado al destino de esa frontera política. En ese tajo inducido sobre la sociedad plural reside el punto de quiebre entre el populismo y la democracia.

El entusiasmo kirchnerista por intentar una construcción hegemónica prometiéndole a los pueblos originarios una plurinacionalidad imaginaria choca con un obstáculo central: la constitución de la nacionalidad argentina y su resultante normativo más elevado, la Constitución de la Nación Argentina. Por eso, el reclamo de la RAM no es sólo atentatorio de la paz social por su carácter violento. Entra en tensión con la obligación del sistema político a la hora de defender la integridad territorial.

La actitud de Alberto Fernández frente al pedido de ayuda de la gobernadora Arabela Carreras es más grave de lo que parece. No es sólo es abandonar a los ciudadanos frente al delirio de grupos violentos. Es también una deserción frente al mandato constitutivo de la unidad nacional.

La idea de una constitución plurinacional en Argentina es promovida, entre otros, por el asesor del Vaticano, Juan Grabois. Alcanzó a impregnar algunos mensajes oblicuos del papa Francisco. En su formación intelectual, el Papa es tributario de la teología del pueblo. Un desarrollo teórico sobre la evangelización de la cultura que combina cómodamente con el nuevo populismo.

Pese a todo esto, nuestra Constitución alberdiana aún sobrevive. Frente a los que pretenden el desgarro de su imaginaria nación mapuche y frente a los que pretenden disolverla con incienso en la mitología de la Patria Grande. La misma que sólo funcionó durante unos años para que algunos petrodólares financiaran a líderes tan populistas como corruptos y a los subrepticios becarios de Podemos. Españoles de España, por si queda alguna duda.

El desaire de la Nación a la gobernadora de Río Negro representa un doble incumplimiento constitucional.

Política

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2021-10-27T07:00:00.0000000Z

2021-10-27T07:00:00.0000000Z

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