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Deuda externa: consensuar, antes que echarse culpas

Mientras la mitad de la población argentina vive la experiencia amarga de la pobreza y millones de niños, niñas y adolescentes directamente pasan hambre, la dirigencia política sigue entretenida en el intercambio de denuestos. Un contrasentido que, analizado desde ese flagelo social, da vergüenza.

No hay excepciones en esta suerte de sainete de dudoso nivel al que la gente ignora o mira con estupor. Por estos días, los cruces entre el kirchnerismo y la coalición Juntos por el Cambio tienen que ver con el monumental endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Más que generar un consenso en torno a un programa común de pago al organismo de crédito, los contendientes se sacuden echándose la culpa unos a otros sobre quién contrajo más deuda.

No es extraño, entonces, que irrumpan en la escena las principales figuras de ambos espacios políticos. Desde la trinchera oficialista, la vicepresidenta Cristina Kirchner agita tensiones con cartas subidas de tono que publica en las redes sociales.

Y para no desentonar, el expresidente Mauricio Macri responde de inmediato por su propia cuenta o colgándose de las críticas a la exmandataria que propalan algunos de sus laderos.

Sorprende que, en la tozudez para no admitir errores, en vez de congeniar posiciones en torno de objetivos comunes, sobresalgan empinados dirigentes con cargos parlamentarios; es decir, los proclamados representantes del pueblo que no trepidan en enredarse en conjuras y en descalificaciones antes que gestionar en función del debido consenso y en beneficio de la ciudadanía.

Hoy la cuestión estriba en elaborar un plan para determinar cómo se le paga al FMI. Pero, aun superado este escollo, la política argentina siempre tendrá motivos para ahondar las crispaciones. La gente, en tanto, espera paciente una solución a sus problemas, potenciados hasta lo inimaginable desde hace casi dos años por la pandemia del coronavirus.

La política doméstica parece empecinada en la confrontación y en la descalificación de los adversarios, cuando la realidad y el sentido común indican todo lo contrario.

Urge un plan consensuado y sustentable en relación con la deuda externa. Una pesada mochila de la que ni macristas ni kirchneristas pueden darse por desentendidos. Pero, vale reiterarlo, poco se logrará ventilando culpas ajenas o esquivando el camino que lleve a un acuerdo maduro y democrático.

Millones de argentinos que sobreviven en los arrabales de la vulnerabilidad en todas sus formas reclaman y merecen un salto de calidad de la política.

Las controversias con evidentes intereses partidarios y de cara a futuras y lejanas elecciones no pueden estar por encima de los intereses colectivos.

Y las acreencias impagables con el FMI no se reducen a un constante pase de facturas entre oficialistas y opositores. Y se sabe: si las cuentas no cierran, los que pagan los platos rotos son los contribuyentes.

Opinión

es-ar

2022-01-22T08:00:00.0000000Z

2022-01-22T08:00:00.0000000Z

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