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Sin Alberto Fernández no se explica; sólo con él, tampoco

Edgardo Moreno POLÍTICA

Para entender la reciente derrota del oficialismo nacional, se puede aplicar la misma lógica que hace dos años explicó su victoria: sin los errores de Alberto no se puede; sólo con los errores de Alberto, no alcanza.

La carta abierta de Cristina Kirchner –intento desesperado por despegarse de la caída– dejó en evidencia todo lo contrario. Transparentó sus errores y su cuotaparte en el resultado.

Cuando la vice le recordó en su carta al Presidente que las urnas de

2019 le dieron el gobierno pero no el poder, también se expuso a una lectura obvia: las primeras urnas de

2021 interpelaron a quien maneja el poder. No sólo a quien administra el gobierno.

La nueva conformación de los gabinetes nacional y bonaerense da cuenta de algo central: Cristina perdió como jefa territorial en su trinchera bonaerense. Y quedó en riesgo en el Poder Legislativo, que maneja con su mano y la de su hijo.

Juan Manzur en la Casa Rosada y Martín Insaurralde en La Plata son el emergente de ese retroceso, que ella misma se allanó a conceder. Sabe que las pirañas de su acuario atacan al tiburón si huelen sangre.

Si las habilidades de cacicazgo feudal de Manzur no le ayudan a torcer las elecciones en Chubut y La Pampa, el peronismo habrá perdido con Cristina la joya más preciada de su corona: su capacidad de bloqueo en el Senado, que conserva desde la hora cero de la restauración democrática.

Y las casi cuatro décadas desde entonces ya demostraron que el peronismo fue más eficiente con esa herramienta de oposición que con todas las que obtuvo para administrar el gobierno.

Cristina escribió una nerviosa serie de etcéteras para atribuir a errores ajenos el desplante que sufrió en las urnas. Urgida por la necesidad de recordar que venía avisando desde hace tiempo la cercanía del huracán.

En realidad, fueron los gobernadores e intendentes quienes avisaron primero. Le sugirieron –con sutura y con sordina, como recomienda su experiencia con ella– que las Paso debían eliminarse. Dejar que la oposición exponga su desorden fragmentándose en las legislativas.

Cuando ese consejo naufragó, miraron cómo Máximo Kirchner se enredaba, lápiz en mano, armando una lista única. Varias provincias intentaron que la competencia interna abriera un par de colectoras para canalizar el voto castigo.

¿Por qué Cristina arriesgó con lista única en la centralidad demográfica del Área Metropolitana de Buenos Aires, cuando según ella misma la paliza venía anunciada?

Una respuesta posible aparece cuando se compara el resultado de su estrategia con la que usaron Horacio Rodríguez Larreta y Mauricio Macri en el espacio opositor.

Cristina abortó la competencia interna en su territorio por las mismas razones que sus adversarios la abrieron: por la proyección de los resultados hacia las presidenciales de 2023.

Con Máximo Kirchner tachando aspirantes con la lapicera del PJ bonaerense, ninguna cabeza tenía permiso para asomar tras el ligustro. En toda la amplia vastedad del Amba. Con la misma lógica de unificación demográfica que le permitió a Rodríguez Larreta la migración cruzada de Diego Santilli y María Eugenia Vidal.

Esto lleva a comprender un error estratégico que Cristina advierte ahora; que explica su reacción desesperada contra su propio gobierno, y el intento de corregir con sus viejos bucaneros el rumbo del barco quebrado: dejó su proyecto político huérfano de presidenciables del palo.

Su imagen personal ya era un estrago. En la pandemia, se desentendió de vivos y muertos atendiendo de manera excluyente su agenda en tribunales. Arrastró hasta el sótano la imagen de Alberto Fernández, que colaboró con su innegable talento para el yerro. Al final, dejó en niveles similares de desprestigio a su hijo Máximo, a Axel Kicillof y a Sergio Massa.

En otros términos: al peronismo circundante y a sus aliados posibles ya no les garantiza el triunfo en su territorio. Tampoco puede vender futuro. Sólo si recupera en noviembre el terreno perdido podrá revalidar su liderazgo puesto a prueba. ¿Podrá hacerlo? Empeño no le falta. Cristina no despidió a Martín Guzmán porque, pese a la entogada gravedad teórica que ella suele exponer en sus epístolas, no sabría qué hacer con la economía. Apenas rifar el Banco Central hasta la elección.

Los hombres clave de esa transición son Juan Manzur, para disciplinar baronazgos; Carlos Zannini, para disciplinar jueces; Aníbal Fernández, para disciplinar el debate público.

Los errores de Cristina que quedaron al desnudo tras la derrota.

Página Delantera

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2021-09-22T07:00:00.0000000Z

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