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Comentario. Abel Ferrara, en misión pandémica

“Zeros and ones”, última creación del polémico director, pasea a Ethan Hawke por Roma, en una trama conspirativa. Se puede ver en Flow.

Javier Mattio jmattio@lavozdelinterior.com.ar

Una Roma de ultratumba se multiplica en pantallas pandémicas en Zeros and ones, la última película del siempre díscolo Abel Ferrara.

Rodado en la capital italiana donde el veterano director neoyorquino vive hace años, el largometraje –premiado por mejor dirección en Locarno– sigue a un Ethan Hawke solitario en una deriva radicalmente personal de fin de mundo.

Si en 4:44 El último día en la Tierra (2011) Ferrara habría retratado el colapso desde la intimidad casera de Willem Defoe, en Zeros and ones el ultimátum se tiñe de una ambivalente guerra santa global que alberga retazos de un noticiero psicótico: secuestros, torturas, uniformados, musulmanes, prostitutas asiáticas, barbijos, cocaína, dólares, armas…

Barbudo, curtido, de clinas canosas, Hawke hace del soldado estadounidense J.J., que recibe órdenes telefónicas clasificadas en una Roma nocturna y desolada.

Es el inicio de una desconcertante misión que lo lleva a encontrarse furtivamente con la mujer de su hermano (un “revolucionario”, “anarquista”, “comunista” supuestamente asesinado), a alternar escenas de coerción violenta y glamorosa de hotel, a filmar iglesias y palacios, a desplazarse por calles de un terror irredento.

La explosión del Vaticano es el epicentro profético de una película que se teje al revés, de las partes al todo, de las astillas a un núcleo que está en todas partes y en ninguno.

“El mundo es el escondite de Dios”, se escucha entre otras frases enigmáticas, y Ferrara parece querer desenterrar esa verdad latente de una indefinida yuxtaposición de tramas, registros y arquetipos.

Lo mínimo del argumento da la idea de que Ferrara partió de las sugestivas imágenes de Roma en pandemia para montar la película, cuyos abismales cabos sueltos instalan desazón: los juegos con dobles, asociaciones simbólicas y conspiranoias no alcanzan la complejidad de –digamos– David Lynch, director modélico de laberintos abstractos.

Aun así Zeros and ones desactiva toda lógica pedestre y arranca visiones hermosas donde los géneros se desnudan; al fin y al cabo el filme habla de confusión política, luchas secretas y desenmascaramientos.

El título “ceros y unos” refiere en efecto a un nuevo régimen digital de la imagen que enlaza hiperrealidad y simulacro, y de ahí la obsesión de Ferrara por reproducir pantallas de celulares, GPS, grabación de drones, cámaras ocultas.

Lo arcaico y la tecnología de última generación confluyen en el anacrónico J.J., que aún detenta la nítida esperanza de “un gobierno de los hombres y para los hombres”.

Vos

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2021-12-06T08:00:00.0000000Z

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