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Cayó otra vez “Pocholito”, el joven con un largo prontuario en Córdoba y en Santa Fe

INSEGURIDAD. A sus 20 años, desde adolescente ha protagonizado graves episodios delictivos, entre los que sobresale un crimen. Tuvo fugas del Complejo Esperanza y enfrentamientos con la Policía.

Nicolás Albera Especial

Sólo 20 años, aunque una vida tan agitada digna de convertirse en serie de Netflix. Agitada pero sobre todo muy dura para A. C. M., más conocido como “Pocholito”, un delincuente juvenil con un apodo que se convirtió en una marca registrada en el límite entre Córdoba y Santa Fe y que volvió a la escena del delito hace unos días en San Francisco cuando fue arrestado por un hecho de abuso de armas.

Tras una orden judicial, efectivos de la Agencia de Investigaciones de la ciudad de Frontera (perteneciente a Santa Fe y separada por una calle de San Francisco), allanaron su vivienda de barrio Parque, del lado de la provincia de Córdoba, y secuestraron diversos elementos vinculados a la causa: celulares, ropa, una moto y drogas; también detuvieron a su pareja por amenazas y entorpecimiento del procedimiento.

De su violento accionar esta vez habrían sido víctimas dos hermanos de 34 y 39 años, según la denuncia. Sin embargo, estos forman parte de un gran historial de personas que sufrieron la violencia emanada de A. C. M., ya desde adolescente con una vida marcada por el robo, el uso de armas, los homicidios y las drogas. Cumplió condenas en el Complejo Esperanza siendo menor de 18 años, tuvo a maltraer a policías de Córdoba y Santa Fe, huyendo hasta a caballo en plena persecución por el Gran Rosario mientras intentaban cazarlo.

Violencia familiar y reinserción

En noviembre de 2013, cuando tenía sólo 12 años su madre murió en un episodio de extremada violencia. La crónica policial de entonces hablaba de una pelea entre la mujer y su pareja que terminó de la peor manera. Discutieron, se rociaron con nafta y ambos fallecieron a causa de las quemaduras.

Sin sus padres, “Pocholito” quedó bajo la guarda de una de sus hermanas. Eran ocho en total.

Comenzó a involucrarse en robos menores y hechos de agresión. Eso produjo que en noviembre de 2014 el Juzgado de Menores de San Francisco decidiera alojarlo en la Granja Siquem, una asociación civil sin fines de lucro –ubicada en la zona rural de Río Cuarto– que recibe a menores de edad derivados por la Justicia u organismos estatales para contenerlos y ayudarlos en su educación y reinserción social.

Su comportamiento en esa granja le sirvió para tener otra oportunidad. Fue así que regresó y lo hizo bien fuerte a la escena del delito.

En abril de 2015, junto a un cómplice participó del asalto al preventista de una distribuidora de bebidas, Adrián Cravero. El trabajador recibió un balazo a la altura del abdomen cuando los delincuentes intentaron robarle su moto y la recaudación en un sector de barrio La Florida en San Francisco.

Por este hecho estuvo detenido durante un año en el Complejo Esperanza, en la periferia sur de la ciudad de Córdoba. Desde la Justicia local creyeron que debía volver a reintegrarse a la vida en sociedad bajo un “permiso transitorio”, con un seguimiento sobre su accionar, y lo pusieron bajo la tutela de sus abuelos residentes en la localidad de Balnearia, pero sus idas a San Francisco no cesaron.

Un asesinato y otra vez preso

A. C. M. volvió a pegar fuerte desde las sombras.

Fue el 7 de julio de 2016 cuando participó del asesinato de Santiago Abraham Dávila (56), en Frontera, familiar de la intendenta de esa ciudad.

Esa noche, la víctima se encontraba frente a su domicilio de calle 56 y 11, cuando “Pocholito” pasó en moto y efectuó varios disparos. Uno de los proyectiles impactó en el corazón de Dávila, quien murió en el lugar. Aparentemente, la bronca del joven era con un hijo de éste. Previo a ello tenía dos causas por abuso de armas.

Con 14 años, el prontuario delictivo de A. C. M. era más que frondoso: robos calificados, abuso de armas, asaltos y homicidios. Pero todavía le faltaba escribir algunas líneas más a su historia.

Aguante, detención y fuga

“Pocholito” terminó entregándose acompañado de su padre y su abuela a la Justicia santafesina por el crimen de Dávila.

En la Subsecretaría de los Derechos de Niñez, Adolescencia y Familia de la ciudad de Rafaela negó los hechos por los que se lo acusaba y desde ese organismo lo consideraron no punible a razón de su edad.

Además, se excusaron de no tener competencia jurisdiccional que le permitiera intervenir, ya que este tenía domicilio en la provincia de Córdoba. Por estos motivos fue derivado a la Unidad de Desarrollo Regional (Uder) con sede en San Francisco, con la intención de que vuelva a quedar al cuidado de su familia.

Tamaña decisión significaba un peligro teniendo en cuenta el prontuario del delincuente juvenil. Nuevamente la Justicia de San Francisco intervino y mediante una resolución del Juzgado de Control se decidió que volviera al Complejo Esperanza.

El joven, contaban fuentes de este centro, era un caso difícil ya que se había posicionado como un líder interno y sometía a sus pares, a los que habría obligado a traficar drogas cuando tenían salidas transitorias.

Unos meses más tarde, el 28 de marzo de 2017, “Pocholito” junto a un compañero escaparon del Complejo Esperanza. Cortaron unos barrotes con una sierra, salieron al exterior y lograron trepar un alambrado sin que nadie se percatara. Todo ocurrió cerca de las 4 de la madrugada, en medio de una tormenta.

Visto nuevamente por San Francisco y Frontera, la Policía inició una cacería que tuvo ribetes de película. Primero en una especie de rancho en la ciudad santafesina donde se escondía, donde enfrentó a los tiros a los uniformados y logró huir.

Luego fue detectado en el Gran Rosario, donde también resistió ante la ley sospechado de haber baleado a un camionero en la localidad de Puerto Gaboto. Con un pedido de captura sobre sus espaldas, Martínez hizo de todo para no caer tras las rejas y hasta utilizó una yegua en medio de una persecución para escapar del asedio policial. Un día después, el 29 de abril fue detenido.

Con 15 años, volvió por tercera vez al Complejo Esperanza, aunque meses después recuperaría la libertad y quedaría de nuevo bajo la tutela de un familiar en una polémica decisión del Juzgado de Niñez, Juventud y Violencia Familiar y Penal Juvenil sanfrancisqueño, en ese momento a cargo de la jueza María Esther Martínez.

La magistrada, debido a las críticas, decidió emitir un comunicado donde sostuvo: “A los jueces no nos queda más que aplicar la ley… se trata de un menor inimputable para la ley quien ha cumplido en el Complejo Esperanza -privado de su libertad- el plazo que se permite a los fines tutelares…”.

Sólo unos meses bastaron para que “Pocholito” volviera a delinquir.

En enero de 2018, cayó detenido junto a su novia de 17 años, acusados de haber robado siete mil pesos en una vivienda de la zona rural de Miramar, el que habría sido su último registro delictivo antes de caer nuevamente el pasado viernes.

La de “Pocholito” es una historia dura de vida, marcada por la delincuencia y bastante intensa. Y tan sólo tiene 20 años.

Sucesos

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2021-10-27T07:00:00.0000000Z

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